Escultura en barro negro
Jarra de barro negro modelado y bruñido. Artesana María de Jesús Castillo García. San Bartolo Coyotepec, Oaxaca. Col. Part. (Foto: Nicola Lorusso).
Carlomagno Pedro Martínez
En cuanto a los nuevos caminos del arte popular en nuestras tierras, en San Bartolo Coyotepec, para buena fortuna, el arte indígena tiene un florecimiento asombroso. En cada concurso de arte popular o exposición de barro negro en que participan mis contemporáneos, de veras me complace y admira ver tanta, pero tanta diversidad de formas e ingenio de nuestra gente; ver cómo ha sobrevivido el barro negro después de ser sólo de uso utilitario, y cómo el genio indígena lo transforma para poder sobrevivir a los embates de la modernidad. Vemos con agrado que unas cuatro o cinco familias de aquí, de San Bartolo Coyotepec, trabajan las pichanchas que antiguamente se empleaban para el nixtamal y que ahora son unas piezas de bellísimos diseños, con calado de filigrana. En la concepción original la pichancha representaba la cúpula del cielo, y los agujeritos eran las estrellas; ahora puede uno ver la Gloria en torno de éstas, en los diseños tan fabulosos que hacen las manos artesanas del pueblo.
Además, los antiguos batidores para espumar el maíz, bebida refrescante de los zapotecas, se convierten en hermosas macetas; qué decir de los cántaros suntuosos que siempre se usaron para contener agua o mezcal, ahora convertidos en piezas de ornato ejecutadas con gran maestría, con grecas y bruñidos exuberantes. Estos destinos del arte indígena de Oaxaca significan evolución.
Desde que tengo memoria, he visto cómo han tratado de echar a andar programas para incrementar la producción del barro negro, pero con una tendencia a la industrialización del producto. Aquí, en realidad compiten la creatividad con la cantidad, o sea que la gente prefiere la calidad a la cantidad, y eso no lo entienden los “técnicos”.
Es una responsabilidad y una obligación de esta generación, conservar, fomentar y producir nuestro arte popular con toda la creatividad y conciencia posibles.
He estado observando los trabajos y educando mis ojos para valorar con otro sentido nuestras artesanías y con gran asombro me doy cuenta que satisfacen al coleccionista más exigente, pues todas son piezas que alteran agradablemente los sentidos. En estos pueblos, aun en el más recóndito, el arte popular florece como brotan las flores en los tunillos de estas lomas.
Es una responsabilidad y una obligación de esta generación a la cual pertenezco, conservar, fomentar y producir nuestro arte popular con toda la creatividad y conciencia posibles, pues así tendremos en gran orgullo el hecho de ser herederos de las bellas artes prehispánicas, transmitidas a través de nuestros abuelos y abuelas, y que ahora tenemos el gran acierto de revalorarlas y ejecutarlas. Mi papá dice:
Cuando uno trabaja el barro, trátalo bien, ámalo; trabaja con amor y no por necesidad. Las cosas que hacemos del barro son como los hijos, los hacemos con cariño, con amor, y serán amados por los hombres, serán bonitas piezas de artesanía que a toda la gente agradarán.