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NACER EN EGIPTO: MI TRAVESÍA HASTA LA CREACIÓN DEL MAP

Portada: La revista Quién realizó uno de los primeros reportajes sobre lo que sería el Museo de Arte Popular. Quién, Año 1, número II, 2000.

Por Marie Thérèse Hermand de Arango

*Versión editada del texto publicado originalmente en el libro: Denisse Dresser, Gritos y susurros, Aguilar, 2009.

 

I. Mis orígenes

¡Nacer en Egipto, la cuna de la civilización! Viví una infancia privilegiada, rodeada de cariño y de  una preciosa familia en un mundo irreal perteneciente a épocas révolus. Creo haberme beneficiado de esta situación especial, aunque también pagamos ese privilegio muy caro mi familia y yo. 

Mi padre, Marcel Hermand, originario de Lieja -la región valona de Bélgica-, Coronel  en el Congo Belga, se enamoró tanto de mi madre como de Egipto y eligió  abandonar su país para formar una familia. Mi madre, Hélène Lily Gibara, egipcia de origen sirio,  era viuda y ya tenía dos hijos, Raymond y Jacques. Crecí en un ambiente sano, deportista, relajado e interesante. Estudié en el Liceo Francés del Cairo. 

De pronto, estalló la revuelta social liderada por Gamal Abdel Nasser y el ejército egipcio. Al tiempo que corrían al Rey Farouk, se centraron en relegar a los extranjeros colonialistas: franceses, ingleses y belgas. Se sobrevino la nacionalización de las industrias, entre ellas las que había trabajado mi padre alrededor del cartón y cubertería para los hoteles. A los grandes terratenientes se les permitió conservar un máximo de cien feddans, lo cual equivalía a una mínima fracción de lo que pertenecía a la familia de mi madre. ¡Nos corrían! Había que abandonar Egipto. 

Encontramos en México un país fantástico, una cultura parecida a la nuestra y un clima muy agradable. Nos adaptamos rápidamente.

Encontramos en México un país fantástico, una cultura parecida a la nuestra y un clima muy agradable. Nos adaptamos rápidamente.

II. De Estados Unidos a México

La familia se desmembró: Raymond, su esposa y sus dos  hijos se fueron a vivir a Líbano; Jacques se asentó en Francia. El resto de la familia, así como casi todos nuestros amigos, empezaron a tomar caminos distintos. 

Gracias a la ayuda de su gran amigo, el Barón Wado Empain, mi padre consiguió trabajo como Director del Hotel Saint Regis en Nueva York. Emigramos en el año de  1963, justo antes del asesinato del Presidente Kennedy. ¡Qué cambio! En los Estados Unidos de América todo era distinto, nuevo. Vivimos dos años en aquél maravilloso lugar, en el que aprendí a valerme por mí misma y adquirí una independencia que no había desarrollado en mi país de origen. 

Después de un par de años, Empain vendió el hotel a César Balsa, empresario español radicado en México, quien invitó a mi padre a trabajar en la Nacional  Hotelera al frente de los hoteles María Isabel y Presidente. 

Encontramos en México un país fantástico, una cultura afín y un clima muy agradable. Descubrimos que México y Egipto compartían cualidades como la calidez, la amabilidad y la hospitalidad. Incluso los defectos eran muy  parecidos -el eterno “mañana” o la falta de puntualidad, por poner algunos ejemplos. Nos adaptamos a nuestra nueva vida con mucha facilidad

Por mi parte, acababa de concluir el equivalente a una licenciatura en Nueva York. En cuanto llegué a México, aprendí a hablar español en el Instituto Mexicano Americano de Relaciones Culturales. Después, cursé dos años de Historia de las Ideas en el Instituto Francés de América Latina, donde tuve la suerte de contar con el escritor Jean Marie Gustave Le Clézio entre mis maestros. Acompañé al Príncipe Alexandre de Merode durante las Olimpiadas de México de 1968, bajo el auspicio del Comité Olímpico Internacional. Fui formando un grupo de amigos, los cuales  resultaron ser un apoyo fantástico para lograr que me integrara a mi nuevo lugar de residencia. Conforme pasó el tiempo, México y yo nos adoptamos mutuamente.

En 1975, decidí regresar a México y al poco tiempo me casé con Manuel Arango.

III. Mi experiencia en Francia y el regreso definitivo a México.

Como muchos jóvenes, soñaba con vivir un tiempo en Francia. La generosidad de mis padres y mi preparación me abrieron las puertas para vivir dos años en París: para entonces, hablaba cinco idiomas, lo cual me permitió trabajar como intérprete durante las conferencias generales de la UNESCO, así como en varios otros congresos. Fue una época muy feliz de mi vida. 

En 1975, decidí regresar a México y al poco tiempo me casé con Manuel Arango. Nuestro matrimonio me acercó a la mejor familia política con la que uno pueda soñar. Me  admitieron en el seno de su núcleo con un cariño gigante, el cual no hizo más que crecer con el tiempo. Todos se convirtieron en un apoyo invaluable, nutriendo cuantas cosas importantes y decisivas emprendí a lo largo de los años. También aprendí a disfrutar de Acapulco, lugar que me ha dado siempre muchas alegrías. Sin duda, el resultado más importante de nuestra unión son nuestras dos hijas, Manuela y Paula, la primera graduada en Relaciones Internacionales, la segunda en Diseño Industrial.  

En el camino, perdí a mi padre prematuramente, a sus sesenta y ocho años. Sus características más sobresalientes fueron su alegría de vivir y un amor por la vida enormes. Mi madre se distinguió por su sensatez, realismo y solidez. No hay un día en mi vida que no le agradezca a Dios el haberlos tenido como padres. Con la educación que me dieron, pude lograr lo que he hecho en mi vida. 

IV. Acción filantrópica y mi involucramiento con los artesanos

La filantropía fue siempre un tema de  conversación con Manolo, mi marido, quien me inculcó con paciencia su preocupación por el prójimo. A lo largo de los años, nos hicimos cómplices bajo la conciencia de ser muy afortunados  en un país con muchas necesidades. Como primera experiencia, me pidió participar en la Fundación Compartir. Durante años, a través de esa institución pudimos ayudar en áreas de salud,  nutrición y educación para mujeres y niños. 

Aún así, cuando Manolo fundó el Centro Mexicano para la Filantropía, fui escéptica. Me parecía casi imposible intentar convencer a otros de la necesidad de ayudar a los menos privilegiados; más aún de hacerlo a través de una alianza entre la sociedad civil con el gobierno. Afortunadamente, me  equivoqué y, a base de perseverancia, se convirtió en un éxito.

El resultado de esta unión fueron dos hijas, Manuela y Paula, la primera graduada en Relaciones Internacionales, la segunda en Diseño Industrial. (fotografía de 1988).

 

Aprendí pronto que ayudar es gratificante y que nos llena de felicidad, pero también que lo más importante es encontrar en qué área tienes el talento e interés para desarrollar y obtener resultados óptimos a través del voluntariado. Esto me hizo recapacitar en que, a lo largo de mi vida, me ha cautivado siempre el arte en todas sus formas. 

En Egipto tenía afición por  todo lo que se producía de artesanía: esa plata labrada, esa cerámica azul tan luminosa, los  increíbles textiles… En fin, una infinidad de cosas. 

Pronto recordé el mayor éxito y gran ejemplo que había presenciado en ese país, el de una poderosa familia copta, los Wissa Wassef. En sus haciendas del Nilo, emprendieron y lograron darle renombre a una producción casera y limitada de tapetes. 

Para lograrlo, llevaron desde Aubusson a maestros especializados en la célebre tapicería que se elaboran nudo por nudo. Después, entregaron a campesinos egipcios estambre de lana y de algodón de gran calidad y les dieron rienda suelta para desarrollar su talento. Por supuesto, las imágenes resultaron distintas a las de los franceses, ya que los egipcios se inspiraron en lo que los rodeaba, principalmente temas  campestres. Así surgió una nueva y exitosa combinación de técnicas y motivos con elementos originarios de ambos países.

Los tapetes se empezaron a vender con gran aceptación, al punto que la  producción era escasa frente a la demanda. Hoy esas piezas se venden a precios importantes en galerías de arte del mundo. Se trata de un ejemplo de generación de empleo, preservación, innovación y orgullo nacional.

Por otra parte, ¡descubrir el arte mexicano me había resultado cautivador! Desde mi llegada, coleccioné piezas al alcance de mis posibilidades. Ya casada, Manolo me había acercado a Tonatiuh y a Electra Gutiérrez quienes, en el sexenio de Luis Echeverría, fueron pilares para la creación de Fonart. Conforme me fui involucrando con los artesanos, las casas de cultura de los estados me invitaron a participar como jurado en los concursos estatales y nacionales. Ahí conocí a la “mamá” de todos los artesanos mexicanos, la maestra María Teresa Pomar, con quien al pasar del tiempo entablé una gran amistad. 

María Teresa Pomar (Guanajuato, 15 de diciembre de 1919 – Ciudad de México, 12 de enero de 2010).

V. Antecedentes y origen del proyecto del Museo de Arte Popular

Tanto Tonatiuh como María Teresa Pomar me contagiaron su sueño: consolidar un museo que mostrara al mundo la capacidad de los creadores del arte popular mexicano. Habían formado ya un grupo llamado Populart y estaban en contacto con el gobierno del entonces Distrito Federal. Me invitaron a formar parte del grupo, lo cual acepté con gran entusiasmo. No sabía en qué líos me estaba embarcando… 

Me familiaricé con sus ideas. Cuauhtémoc Cárdenas, quien ejercía funciones como Jefe de Gobierno, asignó a esta encomienda el recinto que a la fecha funge como sede del Museo de Arte Popular: un edificio art déco de 1929, concebido por el arquitecto Vicente Mendiola, que se convertiría a la postre en la casa de todos los artesanos mexicanos. 

Ahí nos reuníamos, pero nunca se concretaba nada. Después de un tiempo, me llamó Rafael Tovar, que era el presidente de Conaculta; también me vino a ver el director de Culturas Populares, José Iturriaga. Ambos me invitaron a encargarme oficialmente de este bello proyecto. Fue una oferta que no pude  rechazar.

El entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas, asignó el edificio que iba a ser la casa de todos los artesanos mexicanos: una construcción art déco de 1929, del arquitecto Vicente Mendiola.

VI. Los inicios de la Asociación de Amigos del Museo de Arte Popular

En enero del 2000 se fundó la Asociación de Amigos del Museo de Arte Popular. Lo digo y lo recalco siempre: es el mejor órgano de voluntarios del país. La riqueza de ese grupo original provenía de la variedad de sus integrantes, que conjuntaban fuerza económica, intelectual y aportaban horas  de trabajo.

¡Comenzó una tarea de titanes! El proyecto involucra desde sus inicios a dos órdenes de gobierno, al local y el federal; la etapa fundacional del Museo y la Asociación nos exigió conciliar la visión y obtener el apoyo de distintos gobernantes y procesos burocráticos: del Presidente Zedillo al Presidente Calderón, pasando por el  Presidente Fox. De Cuauhtémoc Cárdenas a Marcelo Ebrard, pasando por Andrés Manuel López Obrador y Alejandro Encinas. 

Nuestro país es grandioso, pero las prioridades no se centran en ni han girado alrededor de la cultura. Las normatividades que tenemos que enfrentar quienes emprendemos estos proyectos desde la sociedad civil, resultan agotadoras e incomprensibles. Con todo y el apoyo de los arriba mencionados, así como el de los presidentes de  Conaculta, Rafael Tovar, Sari Bermúdez y Sergio Vela, fue complicado y desesperadamente lento el proceso para concretar la misión de instituir el MAP. No olvidaré tampoco la ayuda y  paciencia “con una mano de hierro en un guante de terciopelo” de la que fuera directora del Fideicomiso del  Centro Histórico, Ana Lilia Cepeda. 

“Arte del pueblo, Manos de Dios”, frase que le debemos desde el inicio, en el 2000, a uno de nuestros patronos, Carlos Fuentes. (Fotografía en el MAP en el año 2008 con Gabriel García Márquez).

Por otra parte, quienes en ese inicio formamos la Asociación, emprendimos la difícil tarea de enamorar a los primeros donantes sin tener nada en las manos más que un proyecto bonito, mucha buena fe y un enorme entusiasmo. Nos reuníamos en una  diminuta oficina en Las Lomas todos los martes. Tomamos un curso de recaudación de fondos durante tres meses con María Elena Noriega, para aprender a organizarnos. 

La generosidad de mi  marido y de mi familia fue muy alentadora. No tardamos en lanzarnos al asalto de todas las  oficinas de nuestros amigos. No les diré que no encontré puertas cerradas y rechazos, pero la  gran mayoría nos tuvo fe, creyó en la necesidad del museo y nos ayudó, aportando donativos en  especie y en efectivo. 

La realidad es que no fue fácil para los mecenas visualizar los tentáculos que podía  llegar a tener este proyecto, tanto tangibles como intangibles.

En primer término, les hicimos ver la necesidad de mejorar el ingreso y las condiciones de vida de los artesanos. Insistimos en las frases que nos definen: “Exportemos arte popular, no artesanos”; “arraiguemos a los nuestros”; “promovamos unión familiar, tradición y arte”. 

También recalcamos en aquellas reuniones que, al hacer el Museo de Arte Popular, se promovía una conciencia del mexicano hacia una faceta muy importante de su país: dar a conocer este arte, esta imaginación, esta habilidad  manual, en fin, esta infinidad de técnicas, era algo que urgía hacer por nuestros ocho millones de artesanos. Se trataba de impulsar y valorar el Arte Popular, recuperándolo, fomentándolo, definiéndolo en el marco de espacios vivos, dinámicos, fijos e itinerantes, en los que todos los sectores de la sociedad nacional  e internacional pudieran apreciarlo y disfrutarlo.

VII. El proyecto cumplido: Nacimiento del Museo de Arte Popular

Le encomendamos al gran arquitecto Teodoro Gonzalez de León la rehabilitación del edificio. Luchó  arduamente con el INBA y todas sus restricciones, pero al final dejó ese edificio preciosamente  restaurado y listo para albergar nuestra gran colección. La sobriedad de su estilo nunca podría  rivalizar con lo garigoleado de nuestro arte y sus colores. 

Con el Director de Sitios y Monumentos, el arquitecto Xavier Cortés Rocha, se puso la primera piedra  en Julio del 2002. Fueron años de experiencias interesantes, de convivencia con Xavier, pero muchas veces obstaculizadas por las reglas burocráticas. 

Finalmente, después de firmar el Fideicomiso con los dos gobiernos y de convencer al Maestro Walther Boesterley de tomar las  riendas del MAP como Director General, inauguramos el Museo el 28 de febrero de 2006. Al evento asistieron el Presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún de Fox -quien nos había ayudado muchísimo-; el Jefe de Gobierno, Alejandro Encinas; el Secretario de Educación, Reyes Tamez; Sari  Bermúdez, entonces titular de Conaculta; Ana Lilia Cepeda,  quien fuera encargada del Fideicomiso del Centro Histórico; Xóchitl Gálvez; el artesano Guanajuatense Gorky González; el  representante de Populart Carlos Payan y yo, entre otras personalidades. Tomamos la palabra frente a una multitud de  amigos. Había una emoción, un interés y un cariño enormes en el aire. ¡Finalmente se cumplió ese  sueño! 

Para mí es imposible expresar la felicidad y el orgullo que sentí por mi nueva patria y por haber regresado a este país una gota en el océano de lo que me había dado.

Entre nuestros patronos originales, tuvimos la dicha de contar con la participación de Carlos Fuentes, quien desde 2000 acuñó la frase “Arte del pueblo, manos de Dios”, para describir al arte popular mexicano. Nadie ha definido mejor que él la función de este museo, a través de estas palabras que nos ofreció durante su Conferencia Magistral, en 2007:

El arte transforma las cosas y el arte moderno radicaliza para  transformar. Pero al radicalizar -es decir, al buscar la raíz- revela que el arte original es el arte  popular. Que el arte popular es la almacigo de la forma estética, revelando la hondura del origen de la forma, su germen terrenal, la prodigiosa variedad de lo popular como semilla del árbol  frondoso de la creación. Un árbol que no camina, sino que crece … la creatividad cultural de  México es el signo mismo de la continuidad que a menudo nos niegan la política o la economía …  México posee hoy el valor de una continuidad identitaria. Somos indios, somos afroamericanos,  somos españoles, somos mestizos y a través de España somos mediterráneos … la aurora del  arte es el arte del pueblo, expuesto en el Museo de Arte Popular en toda su riqueza … anuncia un  porvenir gracias a que recuerda un pasado … veamos en el Museo de Arte Popular de México el  rostro del origen, el inicio de las cosas, los primeros ojos de la vida.

Carlos Fuentes, Conferencia Magistral a Amigos MAP, 2007

Finalmente, después de firmar el Fideicomiso con los dos gobiernos y de convencer al Maestro Walther Boelsterley de tomar las riendas del MAP, como Director General, inauguramos el Museo. El 28 de febrero de 2006.

A partir de este momento, la Asociación quedaba algo relevada de sus responsabilidades  constantes y empezaba la de fortalecer el Map y de darlo a conocer. 

VIII. La nueva cara de Amigos MAP

Somos un ejemplo único en México y probablemente en muchos países de colaboración entre el  gobierno y la sociedad civil. Durante la realización del proyecto se invirtió a partes iguales en todo. Para el funcionamiento, la Asociación, tomó el compromiso de seguir apoyando económicamente en la misma proporción que lo hacen el Gobierno Federal y el de la Ciudad de  México, en el marco del Fideicomiso que se constituyó para sufragar los gastos de operación del  Map. Es decir, seguimos recaudando fondos como lo hemos venido haciendo. 

Mencionaré, en espera de traer buenos recuerdos a nuestros lectores, algunas ideas y proyectos que fueron fruto de la imaginación del patronato, en aras de cumplir con el compromiso de mantener a flote el MAP: 

Las cenas-concierto con Emmanuel. Las conferencias mensuales con personajes ilustres de la vida mexicana en todos los ámbitos. Las  alcancías en los aeropuertos. Las pulseras tricolores. La emisión de timbres conmemorativos por el primer lustro del museo, emitidos por el  sistema de correos. La venta Vintage, con su subasta. El Domingo de Antojos. La Pared de  Plata y el Club Pared de Oro. El muro de Manitas. La Pirámide Artesano. Brindemos por México y  tantas otras iniciativas… 

Una parte muy relevante es la Tienda del MAP, creada y operada durante un tiempo por mi hija Manuela, con un éxito rotundo. Es una Asociación Civil, cuyas ganancias se reinvierten íntegramente en el museo. Se inauguró una segunda tienda en el aeropuerto, otra en Polanco y estamos con muchas  esperanzas de convertirlo en una cadena exitosa.

La emisión de timbres conmemorativos del sistema de correos.

Hace algún tiempo, en el festejo del aniversario del Club de Industriales, que ha sido un gran aliado del MAP, miraba alrededor mío y veía con mucha emoción un enorme número de caras que habían hecho posible este proyecto. Desde este foro les agradezco una vez más su confianza y su generosidad. 

Es para mi una satisfacción invaluable, el haber tenido la oportunidad de lograr, acompañada de  tantas personas extraordinarias, darle su casa a todos los artesanos únicos mexicanos. 

Parece que el MAP ha sido una parte relevante de mi vida y así es. Nacer, viajar, aprender, realizarse como hija, esposa, madre, hermana, amiga y finalmente darme cuenta que con voluntad  y mucha terquedad todo se puede lograr.

 

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