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EL CRISTAL DE PEPITA

Por Gérard Fontaine

Traducción: Alexandra Esteve

Evite la confusión, en primer lugar, el tema es bastante misterioso: este “cristal” se llama “de pepita”, pero no es un invento de una señorita Pepita; tampoco está necesariamente hecho de “cristal” – en el sentido técnico de “vidrio enriquecido con óxido de plomo [1]. La técnica, es lo que importa y lo que le da su nombre, puede ser perfectamente empleado en el vidrio ordinario. La “pepita” se refiere simplemente a la forma simple de una semilla de melón que el maestro vidriero graba en serie de rueda para formar patrones, tradicionalmente las flores, follajes, etc.

El vidrio era desconocido en el mundo prehispánico – vidrio hecho por hombre, por lo menos; los nativos tenían obsidiana, que (a diferencia del cristal de roca [2]) es un vidrio, pero de formación volcánica, del cual hacían principalmente armas, utensilios y adornos. Vidrio, o más bien su producción por el hombre, es una aportación de los europeos. Los españoles lo importaron a Nueva España en el siglo XVI, en la época del primer virrey Antonio de Mendoza (1495-1552), que llegó a México en 1535. Se sabe que el primer maestro vidriero, Rodrigo Espinosa, se instaló en Puebla de los Ángeles; el cual devastaba los bosques de los alrededores para alimentar sus hornos, pero su producción se exportaba hasta Guatemala y Perú.

La historia del grabado de pepita es más misteriosa y aún no se ha estudiado. Según ciertas fuentes, esta técnica pudo haber nacido en Holanda en el siglo XV, de ahí se llevó a Alemania y España – y desde ahí a Nueva España … ¿Quién sabe? Aun así, la técnica de la pepita de grabado se volvió en el período colonial una especialidad mexicana, aunque mantiene un parentesco con cristal tallado.

Todavía hoy el cristal de pepita sigue siendo fabricado en México, pero a menudo es un trabajo difícil: las pepitas deben ser ovaladas, delicadas, estéticas; es esencial formarlas bien, evitar que se parezcan… a cacahuates, como le dicen los maestros vidrieros. Uno de los últimos maestros, tal vez el único que mantiene la exigencia que requiere este arte sutil, se llama José Cruz Guillén Peña. Nacido en una familia de fabricantes de vidrio, fue a los ocho años que aprendió la técnica en la escuela de su padre y de su tío y dejó sus estudios en el colegio para seguir sus pasos. Él nunca se arrepintió y casi cincuenta años más tarde, se le reconoce como el mejor a nivel internacional; ha recibido todos los premios y su obra ha sido objeto de numerosas exposiciones, en particular una en el MAP en 2007. Cada semana, el sábado, podemos encontrarlo en su tienda que tiene desde hace tiempo en este templo que es el Bazaar Sábado en San Ángel[3]. Aquí expone lo que ha conseguido hacer durante la semana en su estudio en Xochimilco, desde jarrones espectaculares hasta las bombillas grabadas con el águila imperial mexicana con extrema delicadeza en el cristal, pasando por de todos los vasos de mesa o de cóctel que uno pueda desear. Por supuesto, el Maestro Guillén no se limita a reproducir los motivos tradicionales; al curso de su investigación, perfeccionó sus técnicas y puede hacer tanto como animales, coronas de las armas, lirios, magueyes o como nopales, a lo largo de su inspiración.

Le encanta esta reunión semanal con el público; extranjeros, tanto como mexicanos – según él, la idea de que los primeros aprecian más este arte que sus compatriotas es un mito.

¿Su mayor recompensa? Que la gente le diga: “Dios bendiga sus manos!”

Este artículo fue publicado por primera vez en la Rêvista de México Accueil, en septiembre del año 2016.

[1] El cristal, inventado en Inglaterra por George Ravanscroft aproximadamente en 1675, es un vidrio rico en óxido de plomo; tiene un brillo y un sonido particulares y puede ser trabajado más fácilmente.

[2] El cristal de roca es un cuarzo transparente e incoloro.

[3] Local 25 

 

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