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Arte Popular

En el mismo siglo XVI se empezó a trabajar el vidrio y la seda; a principios del XVII ya había herreros y cerrajeros, ensambladores y talladores. El comercio interior fomentó el intercambio cultural y así en Cholula se empezaron a hacer muebles al estilo de la laca de Olinalá.

A partir de la Conquista, “viejas y nuevas materias comenzaron a convivir entre los hombres, quienes también se entremezclaron con ellas”. Así surge el mestizaje cultural, aunque muchas comunidades indígenas queretanas conservan técnicas y estilos prácticamente prehispánicos.

La práctica del bordado es común entre las mujeres mayas. El huipil (que aquí se llama hipil) se decora con bordados de flores de llamativos colores; entre las mujeres mayores “aún se usan los motivos geométricos de grecas, rombos escalonados, serpientes emplumadas, estrellas y flores que aluden a simbolismos cosmogónicos”.

Se han enumerado por estudiosos del tema, más de mil diferentes artesanías potosinas. Ellas responden a las regiones productoras, a los grupos humanos que las elaboran (con frecuencia indígenas), a las festividades en que se utilizan y a los diversos materiales con los que se hacen.

Una investigación directa basada en trabajo de campo constató la existencia de artesanías de hojalata, lapidaria, papelería y cartonería, objetos de cuerno y hueso, pirotecnia, productos marinos, joyería, juguetería, instrumentos musicales, florería y confitería.

La artesanía sobresaliente en esta entidad es la que elaboran los diferentes pueblos indígenas. Revisémosla con el maestro Tonatiuh Castro Silva.

Los actuales habitantes indígenas de Tabasco son descendientes de los olmecas y los mayas. Los chontales o mayas de tierras bajas habitan en la planicie costera: “Viven en la sabana que antes fuera selva, en el popal, el pantano y en las márgenes del manglar.

Las más conocidas artesanías tamaulipecas son jarciería, aperos de monturas, sillas de uso cotidiano en la casa, fundas de piel para varios tipos de navajas, y otras para machetes y cuchillos; huaraches, cestería, muebles de madera, bosqueja la maestra Imelda de León; sigamos con ella.

Desde el virreinato, Santa Ana Chiautempan y Contla son relevantes productores de textiles artesanales e industriales. Los gobelinos de Guadalupe Ixcotla, los bordados de San Juan Ixtenco de tradición otomí, los trajes de danzantes de Mazatecochoco, Papalotla, Tepeyanco, Xiloxoxtla, San Pablo del Monte y Yauhquemecan, son también ejemplos destacados del arte popular de esta entidad.

El uso de hornos es escaso, por lo que la quema se hace en fogatas al aire libre o en los braseros del hogar. En La Labor, Tamiahua, se emplean hornos de pan para la cerámica. En pueblos tepehuas de Zontecomatlán emplean rústicos hornos subterráneos. En Tantoyuca se produce cerámica de fino bruñido y decoración por escurrimiento de atoles y agua de nixtamal.

Una de las expresiones artesanales que presenta mayor producción de acuerdo a la tradición es el bordado, como en el terno y el hipil, y también hacen deshilados, examina el arquitecto Domingo Rodríguez Semerena. Una prenda de vestir sobresaliente es la guayabera.

La riqueza metalífera del subsuelo contrasta con la aridez del suelo, por lo que el comercio fue el modo de suplir los productos agrícolas. Ello se reflejaba en contrastes sociales: “palacetes de cantera rosa, donde la forja era uno de los mayores artificios de herrería artística”, y a la par el pueblo pobre, “el alma puesta en sus danzas y reliquias, en las manos de sus artesanos y creadores populares”.