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Rescate y difusión del arte popular

Lebrillo de talavera mayólica modelada, decorada y esmaltada. Artesano Gorky González. Guanajuato. 2015. Col. María Teresa Pomar. (Foto: Estudio Kristina Velfu, EKV).

Alejandra Prieto de Palacios 

Apreciar, rescatar y difundir el arte popular mexicano es apreciar, rescatar y difundir el alma y el corazón de México, pues el Dr. Atl tenía razón al decir que “lo más mexicano de México es su arte popular”.

El mexicano siempre ha tenido un talento admirable para crear belleza: es sorprendentemente imaginativo y su reto ha sido innovar sin darle la espalda a la tradición. No se conforma con preservar, sino que continuamente reinterpreta y enriquece sus tradiciones.

El artesano de cada región plasma su historia, su vida, sus creencias y su alma en cada pieza que fabrica. El artista popular vive en sus obras y aguarda paciente a que sus espectadores vibren con ellas, no sólo en la contemplación sino también en el uso común de los objetos que fabrica: lograr que la gente viva su obra en su contexto cotidiano es su fin último.

El arte popular echa mano de gran diversidad y riqueza de estilos, materiales, colores y formas, por lo que sus obras son apreciadas por multitud de personas, pues combinan y resaltan en todos los estilos del mundo: clásico, colonial, moderno minimalista, ecléctico, internacional, rústico, campirano, costero y marítimo.

Un sinfín de productos realizado con técnicas como: alfarería; cerámica; cestería y jarciería; metalistería; joyería; maque; pintura; plumaria; bordado; textiles; juguetes; vidrio grabado, soplado y pintado; escultura, muebles de madera tallados, taraceados y policromados; tallas en coco, hueso y cuerno; lacas y maques; dulcería; cerería, y muchos más, están listos para incorporarse a la vida diaria de todo aquel que aprecie las verdaderas raíces que dan identidad al pueblo de México.

La variedad del arte popular mexicano puede explicarse por la historia del país que lo vio nacer. El encuentro de las antiguas culturas mexicanas con la cultura ibérica halla en el sincretismo su forma de expresión. La fusión del arte español con el arte indígena dio como resultado piezas únicas y admirables de representación popular.

Durante la Intervención francesa, el Imperio de Maximiliano y, después, durante el Porfiriato, los mexicanos tenían la mirada puesta en Europa, así que los objetos provenientes del Viejo Continente eran más valorados pues se consideraban elegantes, en demérito de lo mexicano. Así, el arte popular se relegó al uso casi exclusivo de ranchos y haciendas, mientras que los objetos fabricados en Europa decoraron las casas refinadas de las urbes.

Concluido el Porfiriato, y como reacción ante la influencia europea, surge un movimiento que busca recuperar nuestra multiplicidad de culturas y formar, con ello, un México nuevo y auténtico. La mexicanidad cobra gran auge con exponentes como Frida Kahlo, Diego Rivera, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, David Alfaro Siqueiros, Chucho Reyes Ferreira y Luis Barragán. El vidrio soplado y la loza de talavera salen de los ranchos para ocupar un espacio preponderante en las casas citadinas.

En la actualidad, los promotores del arte popular en México enfrentan retos y responsabilidades diferentes. La demanda de piezas corrientes y de mal gusto influye en que el artesano desvirtúe sus técnicas y diseños. Si los materiales y procesos creativos son modificados por los artesanos con el afán de poder comercializar sus productos, la obra corre el riesgo de perder la pureza de su origen. Por esta razón es urgente apoyar a los creadores para que comercialicen exitosamente productos elaborados con diseños y técnicas auténticos.

Se debe conocer la diferencia entre lo que es ajeno al ámbito del arte popular –las llamadas curiosidades mexicanas– y el arte proveniente del trabajo puro de nuestros artesanos. Como usuarios, consumidores y promotores necesitamos fomentar la manufactura tradicional de las piezas, pidiéndole al artista, que produce con sus manos y su corazón, que no descuide sus raíces, mismas que compartimos.

Hace falta, pues, fomentar el aprecio por el trabajo auténtico, fino, puro, de una u otra región, ya que, además, el arte popular enfrenta otro reto: la competencia de piezas fabricadas en serie, en México y en el extranjero, de buena calidad a precios más accesibles.

El mayor desafío de los promotores de arte popular es, hoy por hoy, preservar y difundir la calidad, la autenticidad y la tradición de las piezas artesanales, mostrándolas en contextos de calidad que den pie para que los consumidores las aprecien y adquieran, ya sea para regalo o para uso personal, combatiendo la idea de que es algo que sólo luce en un museo, sino que se trata de un objeto bellísimo, fino y valioso que está a nuestro alcance.

Debemos fomentar empresas dedicadas a la fabricación y comercialización de muebles, accesorios decorativos, regalos y otros objetos de arte popular fino y auténtico de uso cotidiano, que seleccionen para sus clientes piezas vigentes e interesantes, y que produzcan diseños innovadores que se adecuen a cada época.

Por medio del arte del pueblo las culturas indígenas de México muestran que aún conservan técnicas milenarias. Se debe impedir que el artista popular trate de competir elaborando objetos más baratos y, por tanto, más corrientes. Por el contrario, hay que revivir las tradiciones, cuidar la calidad, la autenticidad y la integridad en la manufactura de las piezas, apoyando a los artesanos en el rescate de técnicas, materiales y formas que están en desuso, así como reconocer y respaldar a los nuevos valores.

Una expresión de soberanía de un pueblo es su capacidad de fortalecer su identidad y cultura. Los oficios artesanales enaltecen la vida porque su lenguaje contribuye al engrandecimiento de lo propio. En todo esto reside la importancia de la función que realiza el Museo de Arte Popular y otras instancias dedicadas a difundir el valor de la obra popular mexicana.

Mantener viva esta tradición se resume en un sencillo esquema que hay que poner en práctica: difundir la belleza y el valor del arte popular para promover su consumo y, de este modo, fomentar su producción; con ello impulsaremos su creatividad y contribuiremos en el rescate de nuestra vasta tradición popular.